Lo cotidiano en nuestras vidas dejó de tener protagonismo durante unos años. Ahora, y con motivo de la realidad de la crudeza de la crisis, miles de familias tenemos la responsabilidad de hacer que lo cotidiano vuelva a tener el principal protagonismo en nuestra vida diaria. Durante unos años nos hemos movido en nuestro país en un escenario en el que no nos parábamos a pensar en lo más íntimo de nuestro modo de vivir. Vivíamos mas de cara al exterior que pensando en la organización interna de nuestra vida diaria.
Ahora, cuando hemos comprobado que los empleos no son para siempre, que la hipoteca que hemos firmado con el banco es demasiado alta y durante demasiados años, que no podemos mantener dos coches y que con uno nos apañamos, que tenemos, tenemos y tenemos pero no podemos con todo, ahora es cuando muchas familias están cayendo en la cuenta de que hay que parar un poco y pensar en como podemos vivir y tener los menos problemas posibles a la hora de afrontar tantos pagos y tantos compromisos contraídos.
Ahora miles de familias en Málaga están solicitando ayuda porque están en paro, tienen que pagar el alquiler y la hipoteca, ya no cobran desempleo y tienen que sacar a sus hijos adelante cada día. Es entonces cuando caemos en la cuenta de que nos hemos acostumbrado a vivir con demasiadas cosas que antes no existían, y que ahora son imprescindibles para nuestra vida cotidiana.
No sé si estaré marcada por haberme criado junto a mi abuela, que era una mujer que siempre supo salir adelante con muy poco, no sé si será porque yo nunca he valorado demasiado lo material o quizás porque con los años me he ido dando cuenta que la felicidad, la verdadera, no te la dan las cosas, sino las personas. Lo que sí sé es que ahora mas que nunca me alegro de haberme desenvuelto entre algunas dificultades porque valoro mucho más lo inmaterial, las sensaciones y los sentimientos.
Ahora recuerdo a mi abuela que, habiendo aprendido a leer y a escribir un poco mas tarde que yo, con su letra casi ilegible, escribía en la mesa de la cocina la lista de la compra. Me acuerdo hasta de los menús semanales que preparaba para aprovecharlo todo, absolutamente todo. Y, sin tener ninguna carrera universitaria, se convirtió en catedrática de economía doméstica y nos sacó a todos adelante. A sus hijos, y a nosotras. Íbamos a comprar al mercado de Bailen las verduras y el pescado y la carne. A Paco a comprar las patatas que allí eran más baratas. La leche la traía el lechero que ordeñaba sus propias vacas en el Camino de Antequera, en una casa mata que había donde hoy está el Parque del Norte. Y recorríamos toda la calle Mármoles para ir a comprar los productos de droguería en una tienda junto a Almacenes Mérida porque allí estaban los más baratos.
Y lo más importante era su sabiduría para organizar la vida cotidiana con tan poco dinero y con tanto amor y coraje. Y hasta teníamos para almorzar fuera algún domingo. Eso también le gustaba.
Ahora, muchos de nosotros tendríamos que licenciarnos en economía doméstica. Ahora tenemos demasiado accesorio y poco de esa esencia. Ahora debemos aprovechar este momento de crisis para darnos cuenta de que en la vida cotidiana están esas pequeñas cosas que pueden darte o quitarte la felicidad.
Esos valores debemos recuperarlos no sólo porque se hace necesario para poder salir adelante, sino porque puede seguro que somos un poco más felices.
Hoy, el Diario SUR recoge parte del trabajo que estamos haciendo con las familias malagueñas para que puedan vivir con menos y ser más felices. Dejo aquí el enlace de la noticia.
http://www.diariosur.es/20090601/malaga/ayuntamiento-revisa-cuentas-familias-20090601.html